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miércoles, 27 de marzo de 2013

UN DÍA DISTINTO A TODOS - POR FACUNDO RAGGIO




dejamos una crónica en primera persona de un simonero que el 24 de marzo dijo presente en la Plaza de Mayo para recordar y reivindicar a los 30 mil compañeros detenidos y desaparecidos por la última dictadura cívico - militar argentina.


UN DIA DISTINTO A TODOS.- Por Facundo Raggio
Me levanto temprano, ya con esa sensación extraña de ansiedad por llegar cuanto antes. Almuerzo la comida que me preparo la abuela, peronista de la primera hora, la saludo y salgo caminando por esas calles que ya conozco de memoria. 

Al llegar a la estación todavía no había nadie, me siento y espero. Al rato, llegan todos y comenzamos el viaje. 

La mística se empezó a sentir en los pasillos del tren. Compañeros de otras agrupaciones, y también gente que viajaba circunstancialmente, se sumaban a los cánticos. Mientras, un verdadero día peronista, soleado, sin nubes.

Llegamos a Constitución. Tomamos el subte, y después de algunas estaciones, bajamos.
Al llegar, nos encontramos con “los chicos de capital”. Entre saludos, y presentaciones, se vieron muchos abrazos. Picamos algo, y nos pusimos a trabajar. Primero la bandera más grande y después siguieron las demás. 

Ya todos con banderas en mano, nos organizamos y arrancamos. Adelante de todo, una bandera gigante que decía: “El amor vence al odio”, f rase que representa y sintetiza, a mi criterio, lo vivido en estos últimos diez años. Atrás, se encolumnaba un centenar de banderas. Los cánticos volvieron a surgir al ritmo de los bombos y los redoblantes. Eludiendo el transito, y esquivando a otras orgas, logramos avanzar. Cada vez nos acercábamos más. La mística continuaba, los cánticos se escuchaban, y los instrumentos sonaban. 

A medida que avanzábamos, turistas que estaban de paso y compañeros del campo nacional y popular nos sacaban fotos, y nos hacían el gesto típico peronista, los dedos en V.

La ansiedad aumentaba a medida que nos acercábamos. El clima y el fervor militante era cada vez mayor.

Ya a una cuadra podíamos divisar que de a poco, el lugar se iba llenando de compañeros y compañeras, de agrupaciones y de organismos de derechos humanos. 



Al llegar, las mismas sensaciones de cada año aparecen. Primero, la alegría del clima festivo, bandas tocando en el escenario, los compañeros agitando sus banderas, y las agrupaciones que iban llegando. 
Después aparece la bronca. Bronca de saber que ese mismo día pero de hace 37 años atrás, comenzaba el horror más trágico y terrible que pudo sufrir nuestra Patria y el Pueblo Argentino. Luego, al volver a mirar la Plaza llena, en pocos segundos uno recapitula todo lo logrado en estos últimos años y es ahí cuando uno se da cuenta que las cosas cambiaron, y siente la seguridad de que eso que paso, ya no va a volver a pasar, porque hoy, la política volvió a estar en el centro de la escena y los jóvenes estamos más involucrados que nunca.

Al compás de la música nos vamos instalando frente al escenario. Las banderas colgaban a un costado. Los primeros mates se empezaron a cebar. El sol tajante y la Plaza que se iba llenando.

Ya para la tarde la sombra iba apareciendo de a poco. Las banderas que flameaban eran cada vez más. Las adhesiones se iban escuchando y al nombrar a una agrupación, los bombos sonaban más fuerte que de costumbre. 

A eso de las seis de la tarde vemos que los preparativos arriba del escenario se intensifican. Las primeras sillas empiezan a verse, los micrófonos se instalan, y vemos como empieza a entrar gente. Compañeros de la agrupación Hijos, militantes, dirigentes y Ellas. Ahí estaban Ellas. Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Símbolos de lucha incansable. La emoción vuelve al centro de la escena. Es mirarlas y pensar todo lo que sufrieron, es mirarlas y ver el rostro de sus hijos militando, es mirarlas y es vernos a nosotros mismos. 

Comienzan a leer el Documento, nos retan cuando los bombos siguen sonando mientras ellas hablan, por algo son Madres y Abuelas. Los silbidos aparecen cuando nombran a responsables o cómplices del horror. Los aplausos se escuchan cuando relatan los logros obtenidos hasta hoy. 
Se ven contentas por vernos, por sentir la mística, por ver como cantamos, y como nos emocionamos. Pero al mismo tiempo nos damos cuenta que en el fondo la tristeza invade sus almas por no tener a sus hijos o nietos junto a ellas. Y aunque no los hayamos conocido, ese dolor que ellas sienten, también lo sentimos nosotros.

La noche se está asomando, y el acto va a terminando. El escenario ya solitario, y las agrupaciones van desconcentrando.

Arrancamos la vuelta a casa. Cuando nos estamos yendo de la Plaza, siento que las ganas de seguir profundizando este Proyecto Nacional y Popular se renovaron, y pienso que ese mismo día, pero del próximo año, quiero estar allí, en la Plaza, con mis compañeros de La Simón Bolívar, recordando a nuestros compañeros desaparecidos, y diciendo NUNCA MÁS!

...La Simón Bolívar

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